Aún no te olvido...
Aferrado a los
recuerdos
Al
marcharte, dejaste un vacío gigantesco en el fondo de mi alma. Pues como yo te
amé nadie te amará jamás. ¿Por qué me abandonaste? Esa pregunta ronda en mi
cabeza todos y cada uno de los días que pasan. A mí alrededor todo se torna
frio y gris, pues la felicidad, la alegría y el calor que tu compañía me
brindaba se han ido contigo. Lagrimas, dudas, pensamientos sin fin… en eso
consisten mis días desde que no estás.
Ha
pasado mucho tiempo desde la última vez que te vi, y sólo me pregunto cómo
pudiste olvidar todo lo que pasó entre nosotros. Como te las ingeniaste para
lograr abrir las puertas de tu corazón a alguien más. Ese corazón que por mucho
tiempo vibró con mi presencia. Ese corazón que sólo yo lograba acelerar… De
verdad que no entiendo como superas tan fácil y rápido a alguien al que le
juraste amor eterno.
Pero
bueno, en la vida todo sucede por una razón y todo se mueve por la gracia de
Dios. Muchas veces el nos cierra puertas para darnos paso a algo más grande y
mejor. Pero el olvido toma su tiempo, y mientras tanto estaré aquí aferrado a
los recuerdos, recordando todas las cosas que contigo viví. Las buenas y las
malas… Las buenas para recordarte como un regalo que Dios y la vida me
brindaron para tener ratos de felicidad y permitirme soñar con los ojos
abiertos. Y las malas para darme cuenta que en la vida se cometen errores y de
estos se debe sacar provecho para no cometerlos de nuevo.
Mil
y mil gracias a ti por haberme permitido inscribirme en tu ayer, se que aunque
ahora no tomo parte en tu presente, lo quieras o no estaré por mucho tiempo en
tu memoria. Y lo único que te pido es que me guardes como un bonito recuerdo,
que si me cruzas por tu camino no tengas que elevar tu mirada al cielo. Que al
contrario me veas y me sonrías… Aún recuerdo aquel brillo en tu mirada la
primera vez que te crucé en la calle. Espero que aquella persona que ahora
ocupa mi lugar sea capaz de sacar ese mismo brillo de ellos. Te deseo “toda la
felicidad del mundo” aunque para mí, siempre será una felicidad incompleta…
Álvaro
Agudelo
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